domingo, 14 de noviembre de 2010

Todas las respuestas


Escuché que tienes problemas en la escuela, que a veces te desconectas y que en lugar de pizarrón y bancas preferirías un interminable jardín. Sé que tu soñar despierto asusta a tu maestra, que la ausencia de lógica en el mundo te vuelve rebelde, que te hace más falta un abrazo que otro regaño escrito en la libreta de tareas. Tu imaginación te mantiene estable y cuerdo a la hora en que los otros niños deciden no jugar contigo. Creen que eres extraño. Pueblas lugares solitarios con superhéroes inventados en horas de ocio que te salven de niños más grandes; no sabes defenderte, no acá afuera. Adentro, adentro eres invencible. Pasas horas mirando la pared y tu falta de experiencia te impide etiquetar pensamientos y emociones como lo hacen los mayores. ¡Cómo mueres por crecer! Dentro de ti fluye la esperanza de que con los años la vida cobrará sentido, que tendrás decenas de amigos, que la felicidad será perpetua y que finalmente poseerás todas las respuestas. Que existe un lugar donde soñar despierto no sea motivo de regaño. Hoy sólo sueñas. Quieres pertenecer. Por eso la petición del soccer, del tae kwon do, quieres estar donde los otros niños están, quieres no estar solo. Tu papá te lleva a terapia para que te adaptes al mundo, porque el mundo no te entiende. Mundo pequeño. Te culpas por la separación de tus padres; piensas que es responsabilidad tuya proteger a tu hermano menor. Por las noches te preguntas si existe alguien más en la Tierra que se sienta como tú, si eres el único de tu especie. No sabes aún que eres demasiado hermoso para ser comprendido por los demás.


En tu adolescencia seguirás siendo tímido, con dificultad para hacer amigos, pero los pocos que hagas serán para toda la vida. Te enamorarás por primera vez. Alguna noche sabrás lo que es irte a dormir con el corazón roto. Escribirás un cuento o dos que no lograrán salir del cajón. En la Universidad envidiarás a los atletas, a quienes sí se atreven a proponer travesuras indecentes a las populares de la generación. Aquí se encargarán de convencerte de que una marca es más poderosa que tu apellido, que las drogas son sólo un juego y que la religión es el opio de los ancianos.


Vas a crecer. Con la edad las preguntas se volverán más grandes, las respuestas más confusas. Amistad, interés, amor y conveniencia, éxito y felicidad desfilarán frente a ti con rostros deformes y querrás saber cuál de todos los caminos que se te presentarán es el correcto. Te obligarán a decidir. Buscarás un empleo por el salario y el prestigio. Eres inteligente y capaz. Ascenderás a puestos importantes y harás lo posible por ganar la aprobación y el respeto de personas que no serán dignas del tuyo. Tus jefes comprobarán tu lealtad en la medida que cuides sus intereses, a pesar de tus valores. Poco a poco dejarás la timidez. Serás más hombre mientras más mujeres pasen por tu cama, cuidarás de jamás dar tu opinión a menos que sea socialmente aceptable. Juzgarás a los demás si estás en terreno seguro, criticarás lo que te resulte ajeno y extraño. Aprenderás a no comprometerte. La belleza externa, el dinero y la comodidad serán tu moneda de cambio. Aprenderás de autos, deportes y mujeres para sentirte parte del grupo, y para no tener que hablar de religión o de los valores que aprendiste en casa. No admirarás a la persona, sino a su tarjeta de presentación. Por las noches rezarás a Dios tan sólo para negarlo al día siguiente con tus acciones. De vez en cuando las preguntas que te aterraban te visitarán y entonces subirás el volumen a la canción de moda. Te casarás siempre y cuando matrimonio no signifique compromiso, mientras el amor tenga fecha de caducidad; los hijos serán una simple causalidad, un tierno estorbo, una foto en tu billetera. Serás infiel sin remordimiento. Cuidarás de no arriesgar tu reputación por una causa noble, evitarás el esfuerzo extra a menos que sea visto y reconocido. La beneficencia será un banquete. Los domingos serán para jugar golf. Tus amigos, esos que se negaban a jugar contigo, te señalarán con envidia y pedirán tu consejo. Tus hijos te preguntarán si eres feliz y, señalando el amplio comedor, el auto en la cochera y los diplomas en la pared, les echarás encima una carcajada. Esa noche abrirás el cajón y encontrarás los cuentos que escribiste. Te mirarás al espejo. Habrás tomado el camino correcto, uno que no requerirá respuestas porque habrán pasado años desde que olvidaras las preguntas que te atormentaban. Serás un hombre exitoso.


O no.

Tal vez no vayas a la Universidad, o la dejes inconclusa. Las preguntas serán más grandes que el conocimiento que pudieras obtener de un recinto de concreto con nombre respetable. Sordo a los gritos y consejos y amenazas de los que te quieren, buscarás respuestas por tu cuenta, en viajes interminables, en reflexiones escritas en cuadernos, en brazos de mujeres de paso. Poco a poco dejarás de ser tímido, pero protegerás tu soledad como secreto de Estado. Usarás y serás usado, al principio. Negarás y serás negado. Mentirás hasta la ebriedad. Sabrás de traición por tu propia mano. Harás de todo con tal de encontrar las respuestas. Maldecirás tu pobre genética, que te dotó de sensibilidad en vez de habilidad. Aprenderás que la mejor inversión que puedes hacer es un amigo. Y toda la experiencia te obligará un día a despertar: el día más amargo de tu vida. Vomitarás tu pasado, te desharás del lastre, incendiarás tu casa y guardarás en una maleta lo que sobreviva al fuego. Regresarás al mundo, mundo pequeño. Aquí escucharás que vale más el traje que la persona, que pesa más la tinta y el puesto en una tarjeta de cartón que la persona que lo detenta, que el dinero otorga poder. Encogerás los hombros y sonreirás al recordar el día en que tú también llegaste a pensar lo mismo. Buscarás un trabajo por la satisfacción, por la pasión; te dirán: ya estás grande para perseguir caminos imposibles, lo que buscas no existe. Personas que amarás te abandonarán. Te seguirá costando hacer amigos. Las personas que ocupan altos puestos en empresas de enormes letras te observarán como al idioma extinto de una tribu de ficción. Más de una vez dudarás si has tomado la decisión correcta, tal vez confort y cobardía son sinónimos, tal vez te rendiste demasiado rápido, te preguntarás dónde está la felicidad. Muchos te harán a un lado porque expresarás tus opiniones sin importar a quién importunen: La injusticia, la falta de caridad y la ausencia de Dios calarán tu cuerpo. Tu alma y tu dignidad serán tu moneda de cambio, y muy pocos estarán a la altura. Tu código será que a tu casa sólo entrarán los imprescindibles y en tu cama besarás la espalda de la mujer que no querrás olvidar. Nunca más un amor de uso. Escucharás que cada vez que haces el amor sin amor adquieres una deuda con la humanidad, y te hará sentido. No dirás un te amo que no sientas. Respetarás y te harás respetar. Te llamarán estúpido por casarte diciendo para siempre, aunque para siempre, para otros, signifique tener los días contados. Las preguntas seguirán atormentándote, pero no buscarás acallarlas. En tus caídas, los amigos que hiciste en el trayecto te acompañarán. Comprenderás la importancia de darte permiso para fallar. Darás lo mejor de ti aunque tu esfuerzo pase desapercibido. Te revolverá el estómago saber lo que el mundo seguirá haciendo con sus niños y harás algo al respecto. Evitarás juzgar a los demás, pero defenderás a quien no pueda defenderse. No te avergonzará hablar de Dios. Tal vez tengas hijos. El universo entero se detendrá cada vez que ellos te digan papá. Un sábado por la tarde les enseñarás la hermosura que yace en soñar despierto, y cuando soñar con los ojos abiertos sea un regaño en su libreta de tareas los abrazarás y sentirás por ellos el mismo orgullo que siento por ti. Te preguntarán si eres feliz, y tú les contarás de las noches azules en las que un par de cuentos que escribiste en tu adolescencia se multiplicaron por diez, por cien, por mil. Justo en ese momento descubrirás que cada caída, cada abrazo, cada suicidio, cada miedo, cada temblor, cada epifanía, cada palabra, cada error, cada traición, cada beso, cada beso, cada beso, era una respuesta. Te mirarás al espejo y recordarás lo que te dije alguna vez: El tuyo será un camino de furia que conduce al amor.


Para cuando cumplas 18.

18 comentarios:

  1. Alejandro, siempre he pensado que una creación de cualquier tipo [musical o escrita como en éste caso] cumple su objetivo al poder ingresar a los sentimientos de quien está en contacto con la obra.

    Tu escrito en éste caso, ha removido fibras particulares y tocado heridas muy profundas en mi subconsciente. Gracias, pues me ha servido como depuración del alma. Gracias Alejandro.

    ResponderEliminar
  2. Simplemente hermoso, así son los niños y a veces como quisiéramos volver a serlo, impresionante escrito que viene de tu alma sin duda, saludos.

    ResponderEliminar
  3. Simplemente maravilloso!!! Aplausos!!

    ResponderEliminar
  4. Niño!
    Me gusta la simplificación de las sensaciones y la enorme capacidad de las palabras....

    Abrazo

    Alfredito

    ResponderEliminar
  5. Gran ensayo Viejo, siempre admire tu capacidad de expresar las ideas y sentimientos con tal sutileza y color que a uno se le hace más facil visualisar tu forma de pensar

    ResponderEliminar
  6. He quedado sin palabras, simplemente fenomenal. De lo mejor que he leído este año, sin duda. Felicidades!

    ResponderEliminar
  7. gran lección me acabas de dar, siempre me pregunté por qué no me interesaban las cosas que de niño me fascinaron, gracias

    ResponderEliminar
  8. Por esto y por las maravillas que escribes, soy tu fan numero uno.. esta maravilloso, gracias por tener el talento de poder escribir de esta manera, cosas que los que carecemos de esa sensibilidad no podemos o sabemos hacer.

    ResponderEliminar
  9. conciso, bello, duro, real, toda una experiencia de vida,, gracias por recordarme quien soy y a donde voy..

    ResponderEliminar
  10. Sin palabras... me hace sentir que ese niño al que te refieres alguna vez fuiste tu, por desgracia a los soñadores nos pega muy duro la realidad, pero ese animo de seguir soñando no decae, al contrario sigue y sigue, hasta hacer que esos sueños nos vayan impulsando a hacer lo que en realidad queremos, gracias por recordarme lo que de un tiempo para aca habia perdido, las ganas de soñar... Gracias.

    ResponderEliminar
  11. La intensa consecuencia de nacer Alejandro. Te quiero.

    ResponderEliminar
  12. Me encantó! Un abrazo, mi cariño y mi admiración pa ti siempre.

    ResponderEliminar
  13. Pues yo no sé siquiera escribir un blog opara un blog, pero la maternidad ha sido mi ocupación por muchos años y comparto tu sentimiento y necesidad de posteridad con los hijos y de la cápsula del tiempo para que no olviden y para comprender cuando sea el momento. Me gustó también el relato del hospital y de tu amiga...otro gran tema vivir la muerte. Te dejo un beso. Diana C.

    ResponderEliminar
  14. Excelso, te lleva de manera especial buena a la introspección.

    ResponderEliminar
  15. querido Tostador! que buen texto,que valiente.Asomarse al vacio del futuro de los hijos requiere de muchisimo valor.Saber que casi nada esta en nuestras manos, que la educacion, el ejemplo, las esperanzas no seran suficientes para garantizarles nada.El coraje que hace falta para amarlos sin reservas.Lei otra vez este ensayo,y te imagino lidiando con tu adolescente que es (a fuerza) cada vez mas el y menos tuyo.Y ese amor ahi mismito,intacto. Un abrazo muy grande y solo me queda decirte lo que me dijo una vez mi hijo mayor cuando empezo a volar solo :"ten fe en tu rebaño".

    ResponderEliminar

¿Te interesa dejar un comentario?